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Agricultura familiar real VS virtual

Desde hace décadas los pequeños productores familiares de alimentos de todo el mundo han sido arrinconados y forzados en muchos casos a abandonar su forma de vida tradicional y sus tierras por los precios irrisorios que recibían por sus productos, que hacían inviable su continuidad.

Ese contexto se ha agravado cada vez más y en estos últimos años se ha demostrado que el sistema agroalimentario mundial es un sistema perverso que no sirve ni para garantizar la alimentación de toda la población ni para sostener dignamente a los productores. Más bien contribuye a incrementar el hambre en el mundo y a desposeer a los trabajadores del mundo rural.

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En la agricultura ecológica familiar las manos y las personas importan.

En esta realidad, la población, cada vez más urbana, ha empezado a mirar hacia el medio rural, tanto por la necesidad de obtener alimentos de calidad, sanos y frescos, como por el deseo de colaborar con los productores adquiriendo sus alimentos a precios dignos que permitan la continuidad de unos oficios en vías de extinción.

Con el tiempo, estos modelos de consumo minoritarios y casi marginales se han incrementado y aglutinan a más personas en proyectos originales y diversos: grupos de alimentación y consumo, venta directa en las fincas, apadrinamientos, inversión de los consumidores en la producción, compra anticipada…

La mayoría de las producciones que abastecen estos proyectos son pequeñas o medianas, familiares y ecológicas.

Ahora muchas webs anuncian a bombo y platillo que son proyectos familiares, que han apostado por comercializar directamente sus producciones porque la gran distribución les ahoga y no les permite seguir adelante, y porque la única forma de viabilidad que aciertan a ver es vender directamente lo que producen.

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La visualización de los proyectos resulta fundamental para que el consumidor pueda elegir de manera informada.

Hasta ahí todo bien, si no fuera porque cuando se investigan un poco resulta que son plataformas de venta online sin ningún tipo de vínculo con el medio rural, ni agricultura familiar, ni siquiera agricultura. Más bien están infiltrados en los modelos más convencionales que ahogan a la agricultura familiar y directa, pero se anuncian aprovechando los mensajes alternativos que han visto que a estos nuevos proyectos les están funcionando. Utilizan sus mensajes y sus vestiduras, pero no su filosofía ni su forma de producir y relacionarse con el entorno y con los consumidores.

En Biovalle puedes comprar naranjas ecológicas y otros cítricos producidos de forma familiar, y ecológica, pero en nuestro entorno conocemos otros proyectos, que se anuncian ofertando naranjas (ecológicas o convencionales) producidas directamente por ellos y sus familias, y cuando uno araña un poco la superficie de los mismos, lo que encuentra es una empresa de comercialización sin ningún vínculo con el medio rural. Con cada pedido que reciben, se apresuran a comprar a precios abusivos la mercancía demandada a agricultores sin ninguna posibilidad de negociación, y a multiplicar por cinco o seis el precio que han pagado, para venderlo a sus compradores, que en la mayoría de los casos creen que con su compra están apoyando la continuidad de proyectos independientes y justos.

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En Biovalle la agricultura forma parte del pasado y del presente.

Identificar correctamente los proyectos a los que se quiere apoyar es fundamental para que realmente la voluntad de los consumidores repercuta en los productores.

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